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miércoles, 3 de noviembre de 2010



EL VOLCAN DE LAS VIRGENES

El 3 de marzo llegamos a San Ignacio, aquella misión que los mismos jesuitas consideraron "frontera" durante mucho tiempo porque al norte se extendía el árido Desierto Central, el lugar donde no hay agua y donde todo aquello que tiene líquido es exprimido hasta deshidratarse. Pero junto a San Ignacio está el volcán más alto de toda la península: Las Tres Vírgenes. A un ranchero le habíamos preguntado si había un camino para ascender. "Sí; yo subí una vez hasta arriba porque todas mis chivas se treparon al monte y a'i voy a bajarlas". El dato quedó en mi mente hasta que decidí ascender el volcán durante uno de los días que tomamos de descanso en San Ignacio.


Cuando atravesé el larguísimo pie de monte del volcán quedé completamente espinado por la falta de vereda y la abundancia de defensas vegetales. Pero, finalmente, hallé una senda que me adelantó hasta un pequeño puerto. Ahí me desvié hacia el volcán, pues había ido ascendiendo entre el volcán El Azufre y el de Las Tres Vírgenes. Fui a dar a un extenso campo de lava en el cual se debe andar con mucho cuidado porque un tropezón ahí significa con toda seguridad una fractura. En la antecumbre, la vegetación se hizo más densa y me dificultaba el paso al grado de avanzar 10 metros por minuto. Ahí, mi pulso ascendió a 190 por minuto. Estaba cansado. [...] A las 15:00 horas llegué a la cima. Esperaba el cráter típico de un volcán pero me encontré con que lo que había sido un cráter se había destruido y sólo quedaban dos cumbres; en la principal había una cruz en la que se leía: "Volcán de las Tres Vírgenes. 1994 m. En memoria de los heroicos mineros de Santa Rosalía." Sólo me faltaba el regreso y por eso me desesperó no poder hallar el camino que había abierto de subida. Más abajo me di cuenta que la noche vendría antes de que llegara al vehículo. Podía vivaquear pero de cualquier forma trataría de llegar.


Con el atardecer vinieron las infinitas tonalidades del crepúsculo y en un descanso —había guardado la cámara— nos encontramos frente a frente un borrego cimarrón y yo, a menos de cinco metros. Ambos nos sorprendimos y él salió huyendo. Yo me quedé quieto y maravillado por mucho tiempo. Caminé mucho tiempo de noche y finalmente localicé el vehículo. Al hotel donde descansaban mis compañeros llegué a las 12:20 de la noche. Mi aspecto era desastroso porque estaba todo rayado y el rompevientos estaba totalmente desgarrado, pero en esos momentos era el hombre más rico del mundo: un borrego cimarrón que no había podido olfatearme —porque el aire estaba a mi favor— era algo que bien valía la pena todo el cansancio que llevaba. No se trataba de ascender sólo para buscar paisajes hermosos, sino de todo un reencuentro con la naturaleza. ¿Había valido la pena subir durante un día de descanso? ¡Por supesto! ¿qué más podía pedir?" [Bitácora: marzo 6, 1989].


Estábamos contentos porque todo estaba saliendo bien. Nos quedaba todavía bastante tiempo por caminar, muchas experiencias que obtener (quizá la más difícil sería el Desierto Central), pero, estábamos seguros, llegaríamos a nuestro objetivo si seguíamos trabajando como lo habíamos hecho hasta entonces: juntos.
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EAGLES

Juan Soldado, la primera leyenda urbana de Tijuana

Artículo principal: Juan Soldado

En la tarde-noche del 13 de Febrero de 1938, desapareció de frente de su casa la menor de ocho años Olga Camacho Martínez, en ese tiempo la ciudad de Tijuana contaba con no más de 19,000 habitantes, razón por lo cual todos los vecinos se conocían. Al día siguiente de la desaparición de la niña, la pequeña ciudad era un caos, todos los vecinos estaban buscando la niña y hacia las diez de la mañana del día siguiente unos niños encontraron el cuerpecito degollado y ultrajado de la menor.

Entre los sospechosos estaba el soldado Juan Castillo Morales, conocido posteriormente como Juan Soldado, un soldado raso quien al ser encarado se desplomó, lloró y pidió perdón, confesó que había cometido el crimen bajo la influencia del alcohol y la marihuana. La mujer de Juan Castillo Morales relató al investigador que una semana antes había sorprendido a su amasio Castillo Morales en el intento de violar a una sobrina suya.

La noche en que desapareció la niña Olga Camacho, Juan Castillo Morales (alias) Juan Soldado apareció en la casa de su amasia manchado de sangre, se quitó la ropa y le pidió que la lavara. Al revisar la ropa la policía encontró fibras de tela que correspondían con las encontradas en las uñitas de la niña asesinada.

(...) el reo fue trasladado la mañana del 17 de Febrero de 1938 al panteón municipal conocido como Puerta Blanca (panteón municipal No. 1) y le aplicaron la Ley fuga (una arbitrariedad que consistía en darle la oportunidad al preso de correr en búsqueda de su salvación antes de ser abatido). Eso ocurrió a la vista de los vecinos de la ciudad que se congregaron en las partes altas del panteón para atestiguar la muerte de Juan Soldado.

Es necesario resaltar que la imagen que se venera en el panteón municipal no.1 no corresponde con la fotografía que se conoce de él, en la imagen venerada aparece un militar a un lado de una mesa que sostiene un cristo crucificado, el mensaje subliminal es "lo mataron por ser creyente", nada más lejos de la realidad.

Se ignora a qué persona pertenece la imagen que se venera, lo que está fuera de duda es quien se muestra en la imagen venerada no es el soldado Juan Castillo Morales.

Creditos a WIKIPEDIA

MISIONES DE BAJA CALIFORNIA

ESTABLECIMIENTOS JESUITAS




  • Misión San Bruno (1683-1685)
  • Misión Nuestra Senora de Loreto Conchó (1697-1829)
  • Visita de San Juan Bautista Londó (1699-1745)
  • Misión San Francisco Javier Vigge Biaundó (1699-1817)
  • Misión San Juan Bautista Malbat (Liguí) (1705-1721)
  • Misión Santa Rosalia de Mulegé (1705-1828)
  • Misión San Jose de Comondú (1708-1827)
  • Misión La Purisima Concepción de Cadegomó (1720-1822)
  • Misión de Nuestra Señora del Pilar de La Paz Airapí (1720-1749)
  • Misión Nuestra Senora de Guadalupe de Huasinapi (1720-1795)
  • Misión Santiago de Los Coras (1721-1795)
  • Misión Nuestra Senora de los Dolores del Sur Chillá (1721-1768)
  • Misión San Ignacio Kadakaamán (1728-1840)
  • Misión Estero de las Palmas de San José del Cabo Añuití (1730-1840)
  • Misión Santa Rosa de las Palmas (Todos Santos) (1733-1840)
  • Misión San Luis Gonzaga Chiriyaqui (1740-1768)
  • Misión Santa Gertrudis (1752-1822)
  • Misión San Francisco Borja (1762-1818)
  • Visita de Calamajué (1766-1767)
  • Misión Santa María de los Angeles (1767-1768)


ESTABLECIMIENTOS DOMINICOS




  • Misión Nuestra Señora del Santísimo Rosario de Viñacado (1774-1832)
  • Visita de San José de Magdalena (1774-1828)
  • Misión Santo Domingo de la Frontera (1775-1839)
  • Misión San Vicente Ferrer (1780-1833)
  • Misión San Miguel Arcangel de la Frontera (1797-1834)
  • Misión Santo Tomás de Aquino (1791-1849)
  • Misión San Pedro Mártir de Verona (1794-1824)
  • Misión Santa Catalina Vírgen y Mártir (1797-1840)
  • Visita de San Telmo (1798-1839)
  • Misión El Descanso (San Miguel la Nueva) (1817-1834)
  • Misión Nuestra Senora de Guadelupe del Norte (1834-1840)


ESTABLECIMIENTOS FRANCISCANOS


Mision San Fernando Rey de Espana De Velicata' ( 1769-1772 )

Origenes de la region

Grupos Indígenas

Hace unos 3 mil años penetraron a Baja California varias corrientes migratorias provenientes del sur de lo que hoy es Estados Unidos. Eran grupos de filiación lingüística yumana. Durante milenios se mantuvieron nómadas y su economía dependió básicamente de la recolección, complementada con productos de la caza y la pesca. Entre las montañas y el desierto, recorrían grandes distancias recogiendo bellotas, semillas, tunas, piñones, agaves y frutos de la manzanita y la guata.

Con el tiempo aquellos hombres se agruparon en distintas bandas y cada una procuró delimitar su territorio. A la llegada de los misioneros, los indígenas Kumiai, pai pai, kiliwa y cochimí fueron congregados en rancherías aledañas a las misiones. Únicamente los cucapá se mantuvieron libres, debido a que en su región no se estableció ninguna casa de religiosos. La imposición de una cultura ajena inició el proceso de aculturación de los aborígenes, el cual se acentuó con la llegada de los otros extranjeros y mexicanos.

En la actualidad, los grupos indígenas viven en asentamientos enclavados en los terrenos que se les han concedido legalmente, y aunque por lo general se trata de áreas cerriles, de agostadero y pedregosas, eso les permite tener los mínimos recursos de subsitencia y un espacio geográfico que les pertenece. Según el últmo censo realizado por el INAH en 1978, existían entonces en Baja California 1 051 indígenas, cuyo número seguramente ha aumentado.




El Padre nuestro en lengua Yumano

Va-bappa amma-bang miarnu,
rna-rnang-ajua huit maja tegem:
amat-mathadabajua ucuem:
kern-rnu-jua arnrna-bang vahi-mang amat-a-nang la-uahim.
Teguap ibang gual güieng-a.vit-a-jua ibang-a-nang packagit:
-mut-pagijua abadakegem, rnachi uayecgjua packabaya..guern:
kazet-aduangarnuegnit,pacurn:
guangrnayi-acg packadabanajarn.
Amén.


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