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miércoles, 3 de noviembre de 2010

EL CAMINO PERDIDO

Tres días caminando hacia el norte nos dejaron en Las Animas, a la mitad de la distancia de la enorme bahía de La Paz. Frente a nosotros se extendía una muralla rocosa de proporciones gigantescas a través de la cual debíamos cruzar la Sierra de la Giganta porque así lo había hecho el padre Clemente Guillén en 1720. Pero... ¿cómo? Todo era vertical. Habíamos platicado con don Guillermo Almaraz, un anciano conocedor de toda la zona y nos explicaba que por donde queríamos pasar no existía vereda alguna. Sin embargo... el diario de Guillén —que habíamos leído varias veces— mencionaba el paso de mulas. Lo volvimos a leer. No había lugar a dudas: debía ser por ahí; esa pared había sido el itinerario de su primera entrada. El mismo don Guillermo nos mandó con Rafael Amador y éste nos mencionó que sí había un paso: el "Testerazo de las Animas", un camino para borrego cimarrón que se delineaba apenas por entre las rocas, pero solamente cuando se estaba junto a él.


Al otro día, subíamos por el arroyo hasta donde comienza la montaña. Rafael era nuestro guía y era difícil seguirle el paso tanto por lo empinado del terreno como por el peso de las mochilas. "Yo puedo subir corriendo, pero si los dejo solos, ¿qué hacen?". Apenas lo había dicho, se arrepintió de ello. Era una falta de modestia; lo sabía y se puso colorado —era de tez blanca— por su error. Pero era cierto. Cuando llegó el momento de dejarnos, lo vimos bajar con una velocidad impresionante, saltando de roca en roca y sin atender apenas la rapidez que daba a sus piernas, saltaba de roca en roca y sus huaraches se adherían al piso en la vertiginosa carrera por alcanzar el fondo. Entonces recordé un detalle de su plática: "Al borrego cimarrón lo alcanzo y lo derribo en plano. Pero si toma la pendiente, nadie lo alcanza. Ni el lión."


EL TESTERAZO DE LAS ANIMAS

Lo que teníamos por delante era un estrecho pasillo de apenas un metro de ancho. Ahí se le habían desbarrancado algunas mulas a Guillén y no supimos antes de ahora el porqué. Era la primera vez en la expedición que nos alejábamos de caminos transitados. Pero, ¿era éste el verdadero camino por donde había pasado el explorador jesuita? Muchos derrumbes han ocurrido en esas paredes desde entonces, uno de ellos tapó la Cuesta de Federico, un camino que el hombre hizo a fuerza de brazos para bajar el palo blanco con que curte las pieles. El camino exacto tal vez no, pero la ruta general sí que lo era: estaba ahí el manantial en el que habían bebido hacia la una de la tarde, después de haber bajado por la montaña. Desde entonces, el camino no volvió a ser recorrido. Era una vereda perdida... una primera entrada.


Alfonso Cardona, nuestro compañero de apoyo, nos acompañó un tramo bastante largo para realizar una grabación de nuestro ascenso. Desde arriba lo veíamos empequeñecer conforme subíamos y el terreno era cada vez más aéreo, más espectacular, más del noroeste de México: espacios abiertos hasta el infinito donde la mirada no tiene más barreras que su propio alcance. Ahí se comprende mejor que cada quien tiene un mundo no más grande que lo que alcanzan a recortar sus ojos.


En la parte superior de la sierra todo era diferente: si en el lado de la costa el terreno era árido, ahí era una coraza de espinas y ramas que dificultaban el avance. Caminamos hasta el atardecer, hasta que la luz nos lo permitió. En realidad no habíamos tenido un solo problema técnico desde nuestra salida de Cabo San Lucas y nos pudimos dar el lujo de ese derroche de energía. Al día siguiente lo resentimos: el sol, por primera ocasión durante el año —y era ya 23 de enero—, nos hizo callar mientras caminamos; el diálogo que habíamos sostenido desde el inicio se convirtió, por obra del calor y el esfuerzo, en plática interna con nuestro propio yo. Así tendríamos muchos días, muchas conversaciones que nos llevarían a... ¿dónde?




MISION DE LOS DOLORES


Del lado occidental de la sierra, habíamos seguido el Camino Real hasta llegar a un caserío llamado Primera Agua. A partir de ahí, el camino era, nuevamente, difícil de encontrar porque ya no se usa mucho. Tardamos todo un día en cruzar una zona llena de cerros, cañadas y espinas para llegar a los Llanos de Kakiwí, donde los "llaneros", como se nombran a sí mismos un tanto en broma, nos recibieron con mucha cortesía. Nos esperaban y eso era una sorpresa para nosotros, pero ellos estaban informados de nuestro viaje. "Nos dijeron que iban a pasar y que no nos espantáramos ni pensáramos que venían en mala forma. Aquí nos tienen para cuando gusten. Esta es su casa y pueden regresar cuando quieran". "Nos regalaron con un desayuno exquisito: machaca de pescado y frijoles con sus respectivas tortillas de harina y el indispensable café. ¡Con qué pocas cosas puede el hombre ser feliz!" [Bitácora: enero 29 de 1989]. ¿Regresar? Pero... ¿quién se quería marchar?


Al otro día, don Porfirio Amador Higuera, uno de los llaneros, nos llevó hasta Los Burros, un caserío de pescadores en el que viven once familias. "Lo sabemos con exactitud porque cantamos once mañanitas el 10 de mayo pasado". Hasta la misión de Los Dolores —muchas veces confundida en los mapas como Los Burros— nos acompañó Lucio Romero. La añeja misión fue abandonada y después rehabilitada como hacienda, por lo que pueden verse algunas construcciones y una gran bodega con una reja de acero que servía de cava, pues se producía mucha uva, y que ahora es utilizada para almacenar cebollas y otros productos que cosecha la gente. Estando en la misión, toda rodeada de riscos y peñas verticales y, sobre todo, conociendo ya la ruta que había seguido Guillén, se nos hizo del todo obvia: debía ser por ahí y por ninguna otra parte. Habíamos vuelto a recorrer un camino completamente olvidado. Lo que faltaba de camino hasta Loreto era prácticamente por la costa, impresionante por su magnitud, por su soledad, por sus pescadores. Loreto, el objetivo final de la segunda etapa de la caminata, lo alcanzamos el 5 de febrero.


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EAGLES

Juan Soldado, la primera leyenda urbana de Tijuana

Artículo principal: Juan Soldado

En la tarde-noche del 13 de Febrero de 1938, desapareció de frente de su casa la menor de ocho años Olga Camacho Martínez, en ese tiempo la ciudad de Tijuana contaba con no más de 19,000 habitantes, razón por lo cual todos los vecinos se conocían. Al día siguiente de la desaparición de la niña, la pequeña ciudad era un caos, todos los vecinos estaban buscando la niña y hacia las diez de la mañana del día siguiente unos niños encontraron el cuerpecito degollado y ultrajado de la menor.

Entre los sospechosos estaba el soldado Juan Castillo Morales, conocido posteriormente como Juan Soldado, un soldado raso quien al ser encarado se desplomó, lloró y pidió perdón, confesó que había cometido el crimen bajo la influencia del alcohol y la marihuana. La mujer de Juan Castillo Morales relató al investigador que una semana antes había sorprendido a su amasio Castillo Morales en el intento de violar a una sobrina suya.

La noche en que desapareció la niña Olga Camacho, Juan Castillo Morales (alias) Juan Soldado apareció en la casa de su amasia manchado de sangre, se quitó la ropa y le pidió que la lavara. Al revisar la ropa la policía encontró fibras de tela que correspondían con las encontradas en las uñitas de la niña asesinada.

(...) el reo fue trasladado la mañana del 17 de Febrero de 1938 al panteón municipal conocido como Puerta Blanca (panteón municipal No. 1) y le aplicaron la Ley fuga (una arbitrariedad que consistía en darle la oportunidad al preso de correr en búsqueda de su salvación antes de ser abatido). Eso ocurrió a la vista de los vecinos de la ciudad que se congregaron en las partes altas del panteón para atestiguar la muerte de Juan Soldado.

Es necesario resaltar que la imagen que se venera en el panteón municipal no.1 no corresponde con la fotografía que se conoce de él, en la imagen venerada aparece un militar a un lado de una mesa que sostiene un cristo crucificado, el mensaje subliminal es "lo mataron por ser creyente", nada más lejos de la realidad.

Se ignora a qué persona pertenece la imagen que se venera, lo que está fuera de duda es quien se muestra en la imagen venerada no es el soldado Juan Castillo Morales.

Creditos a WIKIPEDIA

MISIONES DE BAJA CALIFORNIA

ESTABLECIMIENTOS JESUITAS




  • Misión San Bruno (1683-1685)
  • Misión Nuestra Senora de Loreto Conchó (1697-1829)
  • Visita de San Juan Bautista Londó (1699-1745)
  • Misión San Francisco Javier Vigge Biaundó (1699-1817)
  • Misión San Juan Bautista Malbat (Liguí) (1705-1721)
  • Misión Santa Rosalia de Mulegé (1705-1828)
  • Misión San Jose de Comondú (1708-1827)
  • Misión La Purisima Concepción de Cadegomó (1720-1822)
  • Misión de Nuestra Señora del Pilar de La Paz Airapí (1720-1749)
  • Misión Nuestra Senora de Guadalupe de Huasinapi (1720-1795)
  • Misión Santiago de Los Coras (1721-1795)
  • Misión Nuestra Senora de los Dolores del Sur Chillá (1721-1768)
  • Misión San Ignacio Kadakaamán (1728-1840)
  • Misión Estero de las Palmas de San José del Cabo Añuití (1730-1840)
  • Misión Santa Rosa de las Palmas (Todos Santos) (1733-1840)
  • Misión San Luis Gonzaga Chiriyaqui (1740-1768)
  • Misión Santa Gertrudis (1752-1822)
  • Misión San Francisco Borja (1762-1818)
  • Visita de Calamajué (1766-1767)
  • Misión Santa María de los Angeles (1767-1768)


ESTABLECIMIENTOS DOMINICOS




  • Misión Nuestra Señora del Santísimo Rosario de Viñacado (1774-1832)
  • Visita de San José de Magdalena (1774-1828)
  • Misión Santo Domingo de la Frontera (1775-1839)
  • Misión San Vicente Ferrer (1780-1833)
  • Misión San Miguel Arcangel de la Frontera (1797-1834)
  • Misión Santo Tomás de Aquino (1791-1849)
  • Misión San Pedro Mártir de Verona (1794-1824)
  • Misión Santa Catalina Vírgen y Mártir (1797-1840)
  • Visita de San Telmo (1798-1839)
  • Misión El Descanso (San Miguel la Nueva) (1817-1834)
  • Misión Nuestra Senora de Guadelupe del Norte (1834-1840)


ESTABLECIMIENTOS FRANCISCANOS


Mision San Fernando Rey de Espana De Velicata' ( 1769-1772 )

Origenes de la region

Grupos Indígenas

Hace unos 3 mil años penetraron a Baja California varias corrientes migratorias provenientes del sur de lo que hoy es Estados Unidos. Eran grupos de filiación lingüística yumana. Durante milenios se mantuvieron nómadas y su economía dependió básicamente de la recolección, complementada con productos de la caza y la pesca. Entre las montañas y el desierto, recorrían grandes distancias recogiendo bellotas, semillas, tunas, piñones, agaves y frutos de la manzanita y la guata.

Con el tiempo aquellos hombres se agruparon en distintas bandas y cada una procuró delimitar su territorio. A la llegada de los misioneros, los indígenas Kumiai, pai pai, kiliwa y cochimí fueron congregados en rancherías aledañas a las misiones. Únicamente los cucapá se mantuvieron libres, debido a que en su región no se estableció ninguna casa de religiosos. La imposición de una cultura ajena inició el proceso de aculturación de los aborígenes, el cual se acentuó con la llegada de los otros extranjeros y mexicanos.

En la actualidad, los grupos indígenas viven en asentamientos enclavados en los terrenos que se les han concedido legalmente, y aunque por lo general se trata de áreas cerriles, de agostadero y pedregosas, eso les permite tener los mínimos recursos de subsitencia y un espacio geográfico que les pertenece. Según el últmo censo realizado por el INAH en 1978, existían entonces en Baja California 1 051 indígenas, cuyo número seguramente ha aumentado.




El Padre nuestro en lengua Yumano

Va-bappa amma-bang miarnu,
rna-rnang-ajua huit maja tegem:
amat-mathadabajua ucuem:
kern-rnu-jua arnrna-bang vahi-mang amat-a-nang la-uahim.
Teguap ibang gual güieng-a.vit-a-jua ibang-a-nang packagit:
-mut-pagijua abadakegem, rnachi uayecgjua packabaya..guern:
kazet-aduangarnuegnit,pacurn:
guangrnayi-acg packadabanajarn.
Amén.


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