Lunes 15 de marzo de 1999. Núm. 34 | ||||||||||||
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Finis Terrae.
Es aquí donde termina Baja California: Cabo San Lucas, considerado como su punto más austral. Es aquí donde comienza nuestra caminata. Son las siete de la mañana y estamos a un metro de donde rompen las olas. Primero de enero de 1989. Nos esperan muchos kilómetros por delante porque queremos consumar nuestro sueño de muchos años atrás: caminar a todo lo largo la península. "¿Toda? ¿Caminando? ¿Por qué?" Preguntas que menudean y no podemos acabar de explicar. ¿Aventura? Hay mucho de eso, pero nuestro objetivo no es puramente deportivo pues ya al querer recorrer toda la península a pie no pensamos hacerlo por la carretera o por un camino ya establecido. Será diferente porque tras mucho tiempo de investigación y preparación, decidimos seguir un camino nunca hollado en su totalidad: "las primeras entradas" que marcaron los exploradores jesuitas en las tres Californias" [Bitácora: enero 1, 1989].
La noche anterior —última del año— preguntamos si llovería. "Pues verá: puede llover mañana o dentro de un año; aquí tiene cinco años seguidos sin caer una gota de agua, así que usted dirá". Tras 32 kilómetros, arribamos a San José del Cabo. Era nuestra primera jornada y nos sentíamos molidos... en agua, porque cayeron sobre nosotros los cinco años de agua escatimada a la tierra: llovió durante 36 horas continuas. Durante la prolongada sequía, mucha gente había perdido sus rebaños de cabras, sus cosechas y hasta sus tierras porque terminaban a la venta. ¿Quién soporta el hambre por cinco años? "Será un buen año para Baja California Sur".
Fueron cinco meses de experiencias que jamás se repetirán. Aquí sólo mencionaré los aspectos que, por una u otra razón hicieron de la Caminata por las Californias, expedición de México Desconocido algo sumamente especial.
LAS PRIMERAS ENTRADAS
Una vez descubierta la California en el siglo XVI, se pretendió, como es lógico, explorarla y colonizarla. Muchos intentos se hicieron pero todos terminaban en el fracaso. Los exploradores españoles tenían ante ellos un territorio completamente desconocido, con sierras y desiertos que les dificultaban el paso, con indígenas de los que nada sabían, con una carencia de agua a la que no estaban acostumbrados. Los primeros resultados fructíferos fueron obtenidos por los jesuitas, quienes realizaban incursiones tierra adentro a partir de un punto fijo, levantaban mapas y sobre estos planos trazaban la ruta que habían seguido, a la cual le dieron la denominación de "primera entrada", nombre que les vino a la perfección porque con frecuencia estas rutas presentaban dificultades tan arduas que no podía pensarse en ellas como una ruta definitiva. Con expediciones posteriores —a veces, incluso, en la misma exploración— se hallaban mejores terrenos sobre los cuales podrían transitar las caravanas de exploradores, las recuas de mulas con alimentos, el ganado: eran los primeros caminos de las Californias, caminos que nos parecen verdaderas locuras porque ahora existe la carretera transpeninsular.
Estas primeras exploraciones, las primeras que dejaron una huella tanto en la historia como en la geografía de la península más grande de nuestro país, tuvieron una secuencia en el tiempo, uno o más protagonistas, un sentido y un objetivo. Lo que ahora nos interesa es la secuencia tanto geográfica como temporal de estas primeras entradas. Las describiremos en orden temporal:
1683.
El jesuita Eusebio Francisco Kino funda la primer misión de Baja California en la Bahía de San Bruno y que llevó el mismo nombre. Precursora de Loreto (Conchó), sólo funcionó durante unos meses y sus restos pueden verse a la orilla del mar tapadas de vegetación.
1684-1685.
A partir de la misión de San Bruno, el padre Kino y el almirante Isidro de Atondo y Antillón realizan el primer cruce de la península desde Mar de Cortés —entonces llamado Mar Bermejo— hasta la Mar del Sur. Pasan por donde estarán fundadas las misiones de Comondú (el Viejo porque después fue trasladada a su actual sitio) y La Purísima y regresan a San Bruno.
1697-1717.
Durante veinte años se explora sistemáticamente al poniente por la ruta que recorrieran Kino y Atondo y se fundan las misiones de Comondú, La Purísima y Mulegé.
1718.
El P. José María Píccolo llega desde la misión de Mulegé hasta el lugar que detuvo durante muchos años los esfuerzos exploradores de los jesuitas: San Ignacio. Esta misión fue la última frontera durante muchos años.
1720.
Clemente Guillén, jesuita mexicano, realiza el primer viaje por tierra desde la misión de Ligüi hasta la Bahía de la Paz, para lo que tiene que cruzar en dos ocasiones la Sierra de la Giganta y pasar por donde fue fundada la misión de Dolores (Apaté).
1721.
El padre Nápoli llega al Cabo San Lucas (Yenecamú) desde la misión de La Paz (Airapí) pasando el actual San José del Cabo (Añuití).
1751.
Fernando Consag, infatigable y destacado explorador jesuita, cruza el Desierto Central y llega al paralelo 30. El diario de esta exploración se ha perdido y sólo se sabe aproximadamente su itinerario por las notas de Wenceslao Link. Fue él quien comenzó a trasladar la última frontera cada vez más al norte.
1753.
Consag llega a la bahía de San Luis Gonzaga en lo que fue su última exploración.
1766.
El jesuita Wenceslao Link, en un intento por alcanzar la desembocadura del Río colorado, llega a unos kilómetros al norte de la actual bahía de San Felipe, a unos 160 kilómetros al sur de Mexicali. Esta importante exploración decidió el curso de las siguientes pues se evitaría el tórrido Desierto de San Felipe y la abrupta sierra de San Pedro Mártir.
1769.
El Comandante Fernando Rivera y Moncada y el franciscano Juan Crespí llegan a la bahía de San Diego en una expedición de gigantescas proporciones que precede un mes a Junípero Serra.