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miércoles, 3 de noviembre de 2010

CALOR HUMANO

CALOR HUMANO

Bruma. Sólo bruma y nada más; después, el sol ribeteaba sus bordes para asombro nuestro. Fantasmal, recién parida por la tierra que pisábamos, aparecían labradas una roca tras otra. La cantera inverosímil que delineaba una estructura: rocas bien ordenadas hacían un verdadero monumento que surgía ante nuestros ojos: la misión de San Borja. Habíamos llegado por la noche, caminando bajo la luz de las estrellas, y no nos habíamos percatado de la grandiosidad de la misión. Hay quienes dicen que San Javier es la misión más hermosa de toda la península; para mí, San Borja no tiene igual.


Sus habitantes nos entregaron víveres y correspondencia que algunos amigos de Ensenada les habían dejado para nosotros desde hacía más de una semana. Todo para alimentar para el hambre física y moral. Antes de dormir, navegamos otros mares que no eran los nuestros con personas que no éramos nosotros y un poco al margen de nosotros mismos. Al amanecer recuperé mi capacidad de asombro: piedra sobre piedra en una sucesión interminable, los misioneros habían levantado una construcción impresionante en medio de una tierra tan pelada de gente que volvíamos a sentirnos empequeñecidos ante tan monumental obra. La pila de bautismo, la escalinata de caracol, el coro, el púlpito... todo era de roca, como el exterior de eso tan intangible...


"Era un muchacho de apenas nueve años y en un par de horas éramos grandes amigos. Nos bañamos en la poza de aguas tibias y sulfurosas, cortamos alfalfa para los becerros, corrimos, comimos —¡cómo se maravillaba de la sopa instantánea!—, reímos..." En la lejana Sierra de San Francisco me sucedió algo similar. Estábamos visitando la importante zona de pinturas rupestres de la Sierra de San Francisco y teníamos un par de guías que conducían los burros mientras nosotros nos dedicábamos a tomar fotografías montados en nuestras respectivas mulas. Oscar Arce, el más joven (tenía 19 años), cantaba o platicábamos con él. Descubrimos que ambos cumplíamos años el mismo día. Tres jornadas después, al subir el empinado Cañón de Santa Teresa, me dijo con el tono más solemne que tenía: "¿Sabe 'migo? Cuando m'case y tenga m'primer hijo, le voyponer su nombre y usté vaser mi compadre porque l'voyscribir paque venga a conocer a su tocayo". Me quedé sin habla. El compadrazgo es una relación sagrada para ellos y ese pequeño monólogo —sólo acerté a decir "Si, cuando se case."— me honraba. Por supuesto, no dejamos de nombrarnos compadres en adelante.


Esa estrecha relación volvió a surgir en San Borja, un lugar donde apenas hay siete habitantes, dos de ellos de más de sesenta años, frente a la espléndida misión tallada en cantera (¡caramba, si parecía una sola roca!). Pero no era un sitio frío: había calor humano. Estábamos lejos de cualquier sitio pero ahí podíamos contar con verdaderos amigos.


OTRO EDEN

En tres meses y medio que llevábamos caminando desde Cabo San Lucas, nos vimos enfrentados a diversos problemas que teníamos que resolver de inmediato. Al salir de San Borja me encontré con uno que antes ni había pensado. Atravesábamos entonces el Cañón "El Principio" y para romper el silencio en el que caminábamos, dije en voz alta: "Todo lo que hemos pasado y apenas estamos en el principio". Carlos rió, pero yo me vi envuelto en un torbellino de lugares, rostros, comidas y hambres, sed y baños... Era una espiral absorbente que me regresaba a cada momento a Cabo San Lucas y me regresaba instantáneamente al sitio donde seguía caminando. Una y otra vez. Era la historia interminable, una pesadilla que terminó al caer el día.


Fue entonces que se nos vino encima el calor. En la anotación del 8 de abril, escribí en mi bitácora: "Por la mañana la temperatura el tal que uno bien puede andar desnudo sin sentir apenas frío (¿frío?, ¿acaso existe?) [...] En ocasiones el viento sopla y, si tiene uno suerte, el viento es refrescante, pero con más frecuencia es tan caliente que parece una bofetada enorme y deshidratante. ¿Bañarse? ¡Cómo añoramos hacerlo! Pero está prohibido porque cualquier gota de agua es para beber.


Anoche, mientras cenábamos, se acercó un pequeño ratón canguro, un pequeño animal del desierto que nunca bebe agua. Primero se paseó alrededor, después hacía viajes al centro de nuestro «comedor» por entre nuestras piernas y terminó hurtando pedazos de tortilla. En un rato teníamos a varios de ellos haciendo de las suyas. El cielo nocturno también tiene lo suyo: la luna está en creciente y la hemos seguido con binoculares; al atardecer baja hacia el horizonte lentamente y se vuelve rojiza, como el sol. Y el silencio... es exquisito, grandioso. Hay un momento en el crepúsculo vespertino en que cualquier sonido se apaga. Incluso el viento. A la izquierda del centro de la nada no llega sonido alguno y hay una sensación de pesadez en los oídos que parece quitar el aliento.


Días después, entrábamos al Cañón de Santa María, en busca de la misión jesuítica más septentrional de la península y nos topamos con otro Edén: la arena que habíamos ido pisando se convirtió gradualmente en roca y sobre la roca corría el agua, pero no cenagosa, como la que ya habíamos tomado varias veces, sino cristalina; a poco, apareció una poza, luego otra y otra. Cada vez eran más grandes. "En esta sí nos bañamos" "No, mejor más arriba". Fuimos ganando altura hasta que el cañón se volvió vertical y no pudimos pasar. Pero no nos importó mucho —ya después pensaríamos cómo subir por ahí— porque junto teníamos una poza de cincuenta metros de largo. Nuestro descanso no fue ese día una siesta, sino un sublime chapuzón de casi una hora donde dejamos la mugre de diecisiete días. Un récord que nunca quisimos establecer.



De la misión sólo quedaban ruinas y junto a ellas desayunamos. La misión de Santa María fue muy importante en su tiempo y para nosotros representó un símbolo: en una tierra completamente estéril, difícil, los exploradores jesuitas habían roto el mito de "La Ultima Frontera" porque no se detenían ante nada. Después de todo, ¿qué eran unos años para ellos? Sólo se requería paciencia y mucho esmero. Estábamos cerca de Cataviñá y la onda cálida iba en descenso. Entonces pensamos en nuestra siguiente meta. Tendríamos vivencias diferentes entonces, pero lo más importante: irremediablemente, nos acercábamos a la frontera y, por lo tanto, al fin. Por el momento, lo que teníamos en mente era la Sierra de San Pedro Mártir, adonde nos dirigíamos.


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EAGLES

Juan Soldado, la primera leyenda urbana de Tijuana

Artículo principal: Juan Soldado

En la tarde-noche del 13 de Febrero de 1938, desapareció de frente de su casa la menor de ocho años Olga Camacho Martínez, en ese tiempo la ciudad de Tijuana contaba con no más de 19,000 habitantes, razón por lo cual todos los vecinos se conocían. Al día siguiente de la desaparición de la niña, la pequeña ciudad era un caos, todos los vecinos estaban buscando la niña y hacia las diez de la mañana del día siguiente unos niños encontraron el cuerpecito degollado y ultrajado de la menor.

Entre los sospechosos estaba el soldado Juan Castillo Morales, conocido posteriormente como Juan Soldado, un soldado raso quien al ser encarado se desplomó, lloró y pidió perdón, confesó que había cometido el crimen bajo la influencia del alcohol y la marihuana. La mujer de Juan Castillo Morales relató al investigador que una semana antes había sorprendido a su amasio Castillo Morales en el intento de violar a una sobrina suya.

La noche en que desapareció la niña Olga Camacho, Juan Castillo Morales (alias) Juan Soldado apareció en la casa de su amasia manchado de sangre, se quitó la ropa y le pidió que la lavara. Al revisar la ropa la policía encontró fibras de tela que correspondían con las encontradas en las uñitas de la niña asesinada.

(...) el reo fue trasladado la mañana del 17 de Febrero de 1938 al panteón municipal conocido como Puerta Blanca (panteón municipal No. 1) y le aplicaron la Ley fuga (una arbitrariedad que consistía en darle la oportunidad al preso de correr en búsqueda de su salvación antes de ser abatido). Eso ocurrió a la vista de los vecinos de la ciudad que se congregaron en las partes altas del panteón para atestiguar la muerte de Juan Soldado.

Es necesario resaltar que la imagen que se venera en el panteón municipal no.1 no corresponde con la fotografía que se conoce de él, en la imagen venerada aparece un militar a un lado de una mesa que sostiene un cristo crucificado, el mensaje subliminal es "lo mataron por ser creyente", nada más lejos de la realidad.

Se ignora a qué persona pertenece la imagen que se venera, lo que está fuera de duda es quien se muestra en la imagen venerada no es el soldado Juan Castillo Morales.

Creditos a WIKIPEDIA

MISIONES DE BAJA CALIFORNIA

ESTABLECIMIENTOS JESUITAS




  • Misión San Bruno (1683-1685)
  • Misión Nuestra Senora de Loreto Conchó (1697-1829)
  • Visita de San Juan Bautista Londó (1699-1745)
  • Misión San Francisco Javier Vigge Biaundó (1699-1817)
  • Misión San Juan Bautista Malbat (Liguí) (1705-1721)
  • Misión Santa Rosalia de Mulegé (1705-1828)
  • Misión San Jose de Comondú (1708-1827)
  • Misión La Purisima Concepción de Cadegomó (1720-1822)
  • Misión de Nuestra Señora del Pilar de La Paz Airapí (1720-1749)
  • Misión Nuestra Senora de Guadalupe de Huasinapi (1720-1795)
  • Misión Santiago de Los Coras (1721-1795)
  • Misión Nuestra Senora de los Dolores del Sur Chillá (1721-1768)
  • Misión San Ignacio Kadakaamán (1728-1840)
  • Misión Estero de las Palmas de San José del Cabo Añuití (1730-1840)
  • Misión Santa Rosa de las Palmas (Todos Santos) (1733-1840)
  • Misión San Luis Gonzaga Chiriyaqui (1740-1768)
  • Misión Santa Gertrudis (1752-1822)
  • Misión San Francisco Borja (1762-1818)
  • Visita de Calamajué (1766-1767)
  • Misión Santa María de los Angeles (1767-1768)


ESTABLECIMIENTOS DOMINICOS




  • Misión Nuestra Señora del Santísimo Rosario de Viñacado (1774-1832)
  • Visita de San José de Magdalena (1774-1828)
  • Misión Santo Domingo de la Frontera (1775-1839)
  • Misión San Vicente Ferrer (1780-1833)
  • Misión San Miguel Arcangel de la Frontera (1797-1834)
  • Misión Santo Tomás de Aquino (1791-1849)
  • Misión San Pedro Mártir de Verona (1794-1824)
  • Misión Santa Catalina Vírgen y Mártir (1797-1840)
  • Visita de San Telmo (1798-1839)
  • Misión El Descanso (San Miguel la Nueva) (1817-1834)
  • Misión Nuestra Senora de Guadelupe del Norte (1834-1840)


ESTABLECIMIENTOS FRANCISCANOS


Mision San Fernando Rey de Espana De Velicata' ( 1769-1772 )

Origenes de la region

Grupos Indígenas

Hace unos 3 mil años penetraron a Baja California varias corrientes migratorias provenientes del sur de lo que hoy es Estados Unidos. Eran grupos de filiación lingüística yumana. Durante milenios se mantuvieron nómadas y su economía dependió básicamente de la recolección, complementada con productos de la caza y la pesca. Entre las montañas y el desierto, recorrían grandes distancias recogiendo bellotas, semillas, tunas, piñones, agaves y frutos de la manzanita y la guata.

Con el tiempo aquellos hombres se agruparon en distintas bandas y cada una procuró delimitar su territorio. A la llegada de los misioneros, los indígenas Kumiai, pai pai, kiliwa y cochimí fueron congregados en rancherías aledañas a las misiones. Únicamente los cucapá se mantuvieron libres, debido a que en su región no se estableció ninguna casa de religiosos. La imposición de una cultura ajena inició el proceso de aculturación de los aborígenes, el cual se acentuó con la llegada de los otros extranjeros y mexicanos.

En la actualidad, los grupos indígenas viven en asentamientos enclavados en los terrenos que se les han concedido legalmente, y aunque por lo general se trata de áreas cerriles, de agostadero y pedregosas, eso les permite tener los mínimos recursos de subsitencia y un espacio geográfico que les pertenece. Según el últmo censo realizado por el INAH en 1978, existían entonces en Baja California 1 051 indígenas, cuyo número seguramente ha aumentado.




El Padre nuestro en lengua Yumano

Va-bappa amma-bang miarnu,
rna-rnang-ajua huit maja tegem:
amat-mathadabajua ucuem:
kern-rnu-jua arnrna-bang vahi-mang amat-a-nang la-uahim.
Teguap ibang gual güieng-a.vit-a-jua ibang-a-nang packagit:
-mut-pagijua abadakegem, rnachi uayecgjua packabaya..guern:
kazet-aduangarnuegnit,pacurn:
guangrnayi-acg packadabanajarn.
Amén.


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