jueves, 20 de octubre de 2011
ISLAS CORONADO ( Rescate )
emprendimos y que, a fin de cuentas permitió que México recuperara la Isla de Coronado”.
Centro de recreo internacional
El “Golden Castle” era un centro de recreo de prestigio internacional, se hallaba en una pequeña caleta, aislada por acantilados, una fortaleza casi inexpugnable que Al Capone había mandado construir para reunir allí a los personajes de la época, que cuando en Estados Unidos la prohibición alcohólica había empujado al clandestinaje a los centros de diversión.
La construcción semiderruida, que actualmente sirve como escuela para los hijos de los Infantes de Marina que resguardan las islas, todavía conserva rastros del esplendor de aquellas épocas, cuando allí eran famosas las fiestas en las que participaban Josephine Baker, Fred Astaire, Lena Horn o Al J Era un joven medico militar recién egresado de la academia “con todo el
valor dentro del pecho y la vida por delante”.
Para celebrar la llegada de la guarnición, el club de leones ofreció
una fiesta en su casino de Ensenada. Allí la charla comenzó a tejerse
en torno de los abusos de Estados Unidos en territorio mexicano. Y en el
largo rosario de sucedidos que los lugareños narraron a los jóvenes
militares salió a colación el tema de las islas arrebatadas a territorio
mexicano. El mayor Llamas se mostró incrédulo. Pidió pruebas.
“Todo cuanto le hemos dicho es cierto –le dijeron sus
anfitriones bajacalifornianos-. Podemos probarlo”. Al día siguiente,
Llamas se procuró copias de los Tratados de Guadalupe–Hidalgo y la
Mesilla, investigo la situación de las islas, fue a verlas y obtuvo
pruebas de que no había nada que pudiera justificar la presencia de
estadounidenses en esas islas, al parecer era territorio mexicano
ignorado.
“Pero ¿cómo puede ser posible esto? ¿Estas seguro de lo que
dices?”, le preguntaron. Lo comentó con sus compañeros oficiales.ohnson y otros. Años después fue adicionado con instalaciones para club de yates, de pesca y centro de veraneo.
En 1947, el teniente coronel Llamas, que a la sazón tenia el grado de mayor, fue destacado al frente de la guarnición militar del cuartel de “El Ciprés”, en Ensenada, Baja California. Llamas les hizo una detallada exposición de lo que había encontrado durante su investigación y les propuso “Vamos a ocupar la isla de Coronado que es la más cercana. Esta aquí nomás, frente a Rosario. Si no hay problemas, ponemos guarniciones en las otras ocho...” Algún oficial dudó. “Mejor vamos a consultarlo a México. No sea que nos metamos en un lió...” Pero todos los demás se habían contagiado del espíritu nacionalista de Llamas, y respondieron: “Vamos a recuperar las islas”. El mayor expuso otro argumento adicional: “Además, la obligación del Ejercito, en lo fundamental, es proteger el territorio y la soberanía nacional, ¿no? Pues vamos a cumplir con lo que la patria nos señala como sagrada obligación”. Cuando termino su arenga, los soldados y oficiales le manifestaron su entusiasmo con una ovación.
Salen a ocupar la isla
Sin preámbulos, se dirigieron a la base de la Marina para pedir una embarcación. Y una madrugada, “De cielo limpio y luna llena” –según recuerda el mayor–, salieron con destino a la isla de Coronado. Llegaron al amanecer. La tropa desembarco y, según la estrategia militar trazada de antemano, tomo de inmediato posiciones en el Casino, en el Hotel y en el muelle. Llamas espero hasta el ultimo momento antes de salir.
Ante el movimiento de militares, que tomo por sorpresa, lo mismo a los desvelados turistas, que al personal del casino, salió el gerente para averiguar lo que pasaba. Venimos –dijo el mayor– en nombre del Gobierno de México a tomar posesión de esta isla, que es parte del territorio nacional...”,expreso con voz firme.
El gerente estadounidense, quedo pálido y estupefacto.
–Bueno...pero es que....mi compañía... – musitó.
Avise usted a su compañía y a sus jefes. Dígales que si tienen pruebas que acrediten la propiedad de la isla, o títulos oficiales que les permitan ocuparlas, que los muestren al Gobierno de México, a través del gobierno estadounidense. Mientras tanto, la tropa quedará en resguardo de la isla”, repuso el mayor.
Luego se retiró con dos oficiales, no sin antes dejar allí apostados a los elementos de su pelotón.
Paso una semana. Luego un mes. Finalmente llego uno de los soldados para avisarle que “los gringos ya están sacando sus cosas de la isla...”
–“Sigan allí hasta que no reciban nuevas instrucciones”.
Semanas mas tarde estallo la bomba. Llegó el secretario de la Defensa, acompañado por el Procurador. “¿Pero que han hecho ustedes? –le preguntaron indignados–. Esto va a provocar un problema de proporciones internacionales. Preséntese inmediatamente a declarar”.
–Señores– les respondió el mayor– solamente cumplimos la obligación y el honor de soldados de resguardar el territorio nacional.
–Bueno. Esta bien. Pero debieron haber consultado. Ahora esperemos que la cosa no llegue a mayores. Y regresaron a México.
Así paso el tiempo. Seis meses. Un año. El mayor casi se había olvidado del asunto cuando un día se fue de pesca a Coronado. Allí se encontró a sus soldados, convertidos casi en ermitaños.
–Por favor– le dijeron– haga usted algo para que nos saquen de aquí. Mire, cada mes desde que tomamos la isla viene solo un barco de la armada para traernos agua y alimentos y pagarnos los haberes. Nos sostenemos con la pesca y la caza de cabras...
Así se consumó la recuperación y se inicio el nuevo abandono de la Isla Coronado.
Por Victor Payán