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sábado, 30 de octubre de 2010

LAS MISIONES DE BAJA CALIFORNIA


El paso de caballos guerreros y de la cruz evangelizadora, recorrieron los caminos sinuosos de sierras y desiertos de la península para imponer la fe por decreto real. Es a partir de 1697, que se inicia la etapa misional con la llegada de los jesuítas, comandados por Juan María de Salvatierra. Fundan en Loreto, la primera de las dieciocho misiones en las Californias, que se extendieron desde Los Cabos a Santa María en el norte, permaneciendo hasta el año de 1768, cuando fueron expulsados del virreinato de la Nueva España y en su lugar, siguieron su labor la orden de los franciscanos, quienes en su corta permanencia sólo construyeron una misión, la de San Fernando. Éstos a su vez dejaron su encomienda a los padres dominicos desde 1771 y hasta que el país se independiza en 1821. Durante esta etapa que marca el final de la colonia, establecieron ocho misiones en el norte de la península, con características muy diferentes a las ya existentes; las construyeron de adobe, con la finalidad de servir de enlace entre las misiones del sur y las de la Alta California; debido a ello, hoy en día, sólo quedan en pie montículos de tierra.
Las ruinas de este pasado tienen un valor incalculable por su legado histórico. Son testimonio innegable de nuestro bagaje cultural mestizo.


EXPOSICION: Península de BAJA CALIFORNIA. Nostalgias de Movimientos
12 de octubre de 1992.
FOTOGRAFIAS DE:
Alberto Gárate Rivera



Luis Fernando Oviedo Villavicencio


Raúl Vizcarra Alonso



MISION DE NUESTRA SEÑORA DE LORETO CONCHO. (1697-1829)



Fundada el 25 de octubre de 1697 por Juan María de Salvatierra, la de Loreto es la primera misión de las Californias. Para 1793 contaba con una iglesia y un cuadrángulo edificados de piedra. La iglesia sufrió graves daños en 1829 a consecuencia de un temporal y perdió su torre en un terremoto en 1877. Actualmente se encuentra reconstruída y alberga el Museo de las Misiones, donde se exponen objetos religiosos de los siglos XVI y XVII. Se considera a esta misión "La madre de todas las misiones de las Californias", como justo reconocimiento al misionero audaz y emprendedor, por eso se considera al Loreto de Salvatierra.


AMANECER EN LORETO.




Los colores permean el cielo de Loreto al amanecer; el sol emerge de las aguas con una energía deslumbrante que tiñe de rojo la geografía de la península, y se echa para atrás para recostarse en la sierra tras la Giganta, la que atesora mil secretos que alguna vez trataron de desmadejar los misioneros.


CAMPANARIO DE LA MISION DE LORETO.



Ocho campanas en espera del llamado, ocho campanas mudos testigos del tiempo y de la historia de esta tierra que se resquebraja con su sonar, con la huída del berrendo y del borrego cimarrón, así como antaño se resquebrajó bajo los pies de los misioneros. Torre renovada que nos habla del orgullo del bajacaliforniano por la poca historia que ha vivido en medio de las soledades de desierto y mar.


MISION DE SAN FRANCISCO JAVIER VIGGE BIAUNDO (1699-1817)




Establecida como misión el 10 de marzo de 1699, la primera construcción fue una capilla de adobe con una casa adjunta para el padre residente. Su fundador fue Francisco María Píccolo. La construcción de la hermosa iglesia de cantera empezó en 1744. Se le considera "la joya de las misiones de Baja California" por su bella e imponente arquitectura y el perfecto estado de conservación en que se encuentra. San Javier cautiva, porque es un remanso en el tiempo que nos transporta con las alas de la imaginación hacia los siglos antiguos, cuando la pitaya era el alimento más codiciado y cuando los olivos, hoy centenarios, eran apenas plantados por los misioneros.


MISION DE SAN FRANCISCO JAVIER.



La sierra enmarca la belleza de la misión de San Javier, la segunda edificada en la California. Reune todas las características buscadas por los misioneros evangelizadores: una fuente donde proveerse de agua en los arroyos que corren por los cañones; indios a los cuales convertir al catolicismo sin importar su estatus y una fe inquebrantable por servir a su dios. Testigo del pasado, la misión se embeleza y con nostalgia se sienta en espera de los tiempos.


BAHIA CONCEPCION.




Cardones y cirios se multiplican a lo largo de lo agreste de la geografía peninsular, flora que tímida emerge buscando el sol de los desiertos. Erguido por la suave brisa de la bahía, este cardón sucumbió ante la falta de agua en una paradoja de belleza sin igual, la Bahía Concepción, la de las playas de "El Coyote", el "Requesón" y "Santispac"; la de aguas cristalinas mecidas al ritmo de su somnolencia, y la del contraste entre mar, montaña y desierto; la que sin embargo, alza su mirada al cielo como guardián de soledades.


MISION DE SANTA ROSALIA DE MULEGÉ. (1705-1828)



Como todas las misiones, las primeras construcciones de Santa Rosalía de Mulegé desde agosto de 1705, fueron estructuras sencillas de adobe, pero en 1766 se inició la construcción de la iglesia de piedra que conocemos hoy en día. Su fundador fue el fraile Juan Manuel de Basaldúa.
Piedra sobre piedra, inmutables..., más fortaleza que misión, los recuerdos vuelven a hacer verdad el paso de los misioneros por esta tierra a más de dos siglos que se marcharon. Su encomienda se cumplió y la población indígena de las Californias casi desaparece. Hoy la nostalgia nos enfrenta a la historia de esta península tan sola como sus desiertos.


MISION DE SANTA ROSALIA DE MULEGÉ.



La conjunción de los elementos del lugar, se entremezclan para provocar todo tipo de evocaciones. La piedra, la fe y la flora, construyen visiones a través del cristal y del tiempo. El oasis a los piés de Santa Rosalía y la montaña que pareciera venirse en avalancha, dan el marco inmemorial a esta reliquia colonial.



EL OASIS DE MULEGÉ.



El agua que emerge de la sequedad de la península bendice estos rincones, donde florecen las palmeras y los dátiles; venas de agua tan escasas pero signo inconfundible de vida sedentaria..., nos ofrecen la quietud de los pueblos que eternamente han sido pueblos tan pequeños que sólo pintan de azul y verde su geografía, en un entorno caliente y polvoroso.


MISION DE SAN IGNACIO DE KADAKAAMAN. (1728-1840)




La misión de San Ignacio está localizada en medio de un hermoso oasis que vence al desierto. Tuvo sus orígenes en una humilde enramada. En 1728 Juan Bautista Luyando, edificó una amplia iglesia de adobe con techo de tule, En 1772, fray Francisco Palou informó que esta misión también contaba con edificios para los misioneros y los soldados. Hoy en día domina un costado de la plaza principal del poblado; los lugareños sabedores de la joya que poseen, conservan y defienden a la más elegantes de las misiones.


MISION DE NUESTRA SEÑORA DEL SANTISIMO ROSARIO DE VIÑADACO. (1773-1832)




Esta misión fue fundada por los dominicos en 1773, estaban recién desempacados en la península y habían recibido algunas misiones muy empobrecidas, pues a raiz de la expulsión de los jesuítas fueron saqueadas por la soldadesca. Los edificios construídos fueron de adobe con techos de carrizo y lodo. Este hecho explica el deterioro que han sufrido las ruinas a través de los años desde su abandono. Hoy en día sólo encontramos paredes altas que permiten imaginar la forma de la capilla. En una pared todavía se aprecia un arco y nicho gótico.


MISION DE SANTO DOMINGO (1775-1839)



Santo Domingo, fundada por los dominicos en 1775, contaba con su iglesia y demás estructuras necesarias de adobe con techo de tule. Aunque fueron muy rudimentarias en su construcción, ésta es la misión dominica que conserva más ruinas a pesar de los depredadores; todavía tenía techo a finales del siglo pasado. Nos dejan por herencia los dominicos, aves pasajeras, sólo lo que tomaron como escudo: los adobes para volver de la misión un tiempo estacionario.


MISION DE SANTO TOMAS DE AQUINO. (1791-1849)




Fundada el 24 de abril de 1791 por el vicario Juan Crisóstomo Gómez y por José Loriente, Santo Tomás de Aquino vino a ser la última de las misiones en ser abandonadas en 1849. Las secciones fragmentadas de paredes en pie de esta misión, localizada en un hermoso valle a 70 kilómetros al sur de Ensenada, nos dan testimonio de lo que fue un edificio que en 1850, después de la salida de los dominicos, fue usado como la Guarnición Militar de la Frontera. No vale la pena recordar a Santo Domingo, ni a El Rosario, San Vicento o Santo Tomás; basta con ver sus ruinas para saber que las raíces que echaron fueron superficiales.


A LOMO DE DESIERTO



Venas de arena en claroscuro, juego de luz y sombra que sepentea jugando con el viento..., viento fuerte de desierto y arenas que van y vienen con el rumbo de la historia; desiertos que van marcando los devenires con su presencia eterna para cabalgar en pos de la conciencia.